Desavenencias y Humildad

 En el último taller recordé una historia muy hermosa.


 El hombre de la historia,  contaba que su padre había sido carpintero y que pasaba mucho tiempo puliendo la madera de los muebles que construía, pulía y pulía y cuando parecía que la madera era como un vidrio liso, todos pensaban que el trabajo estaba listo; luego,  este artesano,  tomaba un balde de agua y lo vaciaba sobre la madera y la dejaba secar, entonces todas las astillas que aun quedaban escondidas se levantaban y trabajo de pulido se reiniciaba nuevamente.


 ¡Hasta que quede como vidrio!  Decía su padre,  y continuaba el repitiendo el proceso, hasta que después de un tiempo la madera ya no tenia astillas y quedaba como vidrio.


 

El trabajo espiritual es parecido, cuando creemos que hemos pulido todas las astillas, nos cae un baldazo de agua, y ¡oh Dios mío, las astillas se levantan!

Hacen unos días recibí uno de esos baldazos inesperados y miles de astillas se mostraron,  así que tuve que volver al pulido con humildad.

Es bueno recibir estas lecciones, eso me recuerda una vez más,  que soy un ser humano imperfecto y que valgo porque existo. Tan solo eso.

Todos tenemos esas imperfecciones que se nos muestran para que continuemos con la limpieza, al mostrarse nos dicen “no te la creas”, sigues siendo tú.

Es más difícil este “recordar nuestras raíces”,  cuando nos sentimos aptos para calificar y juzgar a nuestros semejantes.

 Nunca es afuera, siempre es por dentro.

Sea lo que sea que estamos calificando, desaprobando y criticando. No es afuera, siempre es por dentro, porque si yo no lo tengo en la memoria, no hay forma que lo reconozca.

Si no veo la vida de esta manera, dejo la humildad de lado,  y es solo con humildad que llega la paz.

 Si alguien me dice que estoy equivocada, prefiero aceptar que puedo estarlo y permitirme corregir, si me cierro pensando que siempre tengo la razón ¿Cómo podría corregir mis errores?

Que importa si tengo la razón o no, más sabio es dejar abierta la posibilidad de que tengo algo que corregir y así ir puliendo las astillas que se levantan.

Cuando creo que no puedo más, que no puedo dejar mi ego de lado, recuerdo una frase de mi maestro:

«CUANDO HAYAS HECHO TODO LO QUE PUEDAS Y NO SEA BASTANTE, LLÁMAME;  SIEMPRE ESTOY LISTO PARA REDOBLAR TUS ESFUERZOS CON MI GRACIA» SSB

En todo grupo humano, llega un momento en que hay desavenencias, mas aún cuando es un grupo familiar, hay un secreto que pocos conocen, cuando hay desavenencias, siempre el más inteligente, es el que cede.

Y no me refiero a inteligencia intelectual, sino mas bien a la inteligencia emocional que es el privilegio de aquellos que saben cultivarla y acrecentarla.

La humildad y la inteligencia emocional van de la mano, esa famosa frase que dice:

“Solo sé que nada sé”

La escuchó Platón,  de su maestro Sócrates y nos habla de la humildad de estos grandes pensadores.

En la época que nos ha tocado vivir o en el pasado reciente ha habido grandes y humildes seres humanos, como Gandhi,  el Dalai Lama, La Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y  también, muchos  otros seres que sin ser grandes lideres espirituales dejan una escuela de amor y humildad en su pequeño núcleo familiar.

La soberbia siempre es miedo disfrazado, en cambio la humildad reposa en la confianza.

La confianza se fortalece cada día en la aceptación, el perdón y la entrega.

 La aceptación comienza cuando aceptamos que las cosas no tienen porqué salir como nosotros queremos, siempre serán diferentes, vuelvo a recordar que cuando hago planes los hago sobre situaciones estáticas y el mundo esta en continuo movimiento.

El perdón esta presente cuando acepto que valgo porque existo y que soy un ser humano imperfecto, susceptible a mejorar.

La entrega es fluir con la vida,  sin poner resistencia y descubriendo a cada momento lo bueno que viene de ese orden Divino,  en donde no existen los errores.

Hoy quisiera recordar y tratar de practicar  la oración mas bella y humilde: La oración de San Francisco.


Señor, 
hazme un instrumento de tu paz:

allí donde haya odio, que yo ponga el amor,

allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;

allí donde haya discordia, que yo ponga la unión;

allí donde haya error, que yo ponga la verdad;

allí donde haya duda, que yo ponga la fe;

allí donde haya desesperación, que yo ponga la esperanza;

allí donde haya tinieblas, que yo ponga la luz;

allí donde haya tristeza, que yo ponga alegría. 

 

Señor,  haz que yo busque:

consolar y no ser consolado, 

comprender y no ser comprendido, 

amar y no ser amado.

 

Porque:

dando es como se recibe, 

olvidándose de sí es como uno se encuentra, 

perdonando es como se recibe el perdón, 

y muriendo es como se resucita a la Vida.  

 

¡Y así se ha hecho!


Lo siento, por favor  perdóname


Te amo, 
Gracias


Ana María

 


Aloha  Ke Akua



“Dios está dentro”, “Dios es Amor” “Dios Es YO SOY”